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lunes, 14 de marzo de 2011

Leones de ayer y de hoy: Ezaki Badou


Con la excelente campaña que está llevando a cabo Dudu Aouate, me ha dado por recordar al que, al menos para mi, fue el primer gran portero del Mallorca (los más mayores muy probablemente me contradigan, sabiendo incluso que Ramallets estuvo jugando en la isla, pero bueno). Antes del israelí, de Leo Franco o de Carlos Roa (probablemente el mejor de todos) un marroquí estuvo guardando la portería bermellona de forma impecable durante seis temporadas: Ezaki Badou, conocido en la isla como Zaki.
Nacido en Sidi Kacem, Marruecos, en 1959, se formó en el Wydad Casablanca, donde estuvo hasta el verano del 86, verano en el que se dio a conocer gracias al gran Mundial realizado por Marruecos en México. Fueron varios los equipos europeos que se interesaron por el guardameta, y mejores que el Mallorca, pero el marroquí prefirió venir a la isla, y la verdad es que las cosas no le fueron mal.
El Mallorca acababa de ascender a Primera División de la mano de Serra Ferrer en el banquillo, y después de reforzarse adecuadamente, con las llegadas de Trobiani y Belza además de Zaki o el regreso de Paco Bonet, logró ser sexto en la liga del Play Off, aunque no pudo clasificarrse para la UEFA. Lo más destacado de esa temporada fue la llegada al primer equipo de un jovencísimo Miquel Àngel Nadal, el tremendo registro goleador de Magdaleno con 19 goles, y las grandes, grandísimas actuaciones de Ezaki Badou, puntal para la gran temporada bermellona. Ese mismo curso Zaki recibió el premio de mejor jugador africano del año (1986) así como el de mejor jugador extranjero de la Liga española.
Tras la gran temporada realizada, nada hacía presagiar que al año siguiente el equipo iba a descender. Pese a ello, Zaki, quien ya tenía un gran caché a nivel mundial, decidió permanecer en el equipo en Segunda División, lo que le acabó de confirmar como el ídolo de la afición mallorquinista. Por suerte, esa misma temporada se lograba el ascenso (con Zaki recibiendo el premio a mejor portero de la Liga), y en la 89-90 el Mallorca estaba de nuevo en Primera.

A partir de aquí, tres temporadas consecutivas en la máxima categoría iban a suponer la mayor racha de continuidad en Primera del Mallorca (lo que da más valor al equipo actual, que lleva 14 temporadas seguidas). En la temporada del regreso, el club insular fue décimo, mucho más cerca de la UEFA que del descenso, y Zaki volvió a recibir el premio a mejor guardameta de la Liga.
Pero fue en la siguiente cuando más cerca se estuvo de la gloria. En Liga sólo pudo ser 15º, coqueteando incluso con el descenso. Pero en la Copa del Rey se plantó en la final después de eliminar a equipos como el Valencia, el Oviedo o el Sporting. Allí esperaba el Atlético de Madrid de los Abel, Solozábal, Donato, Schuster o Futre, un gran proyecto colchonero que no vivió mejores días por los continuos vaivenes directivos. Pese a que el Mallorca plantó cara en todo momento, la victoria cayó del lado Atlético gracias a un gol en la prórroga de Alfredo Santaelena. Ese año, además, “nuestro” portero volvió a recibir el premio a mejor portero de la Liga. Era el tercero consecutivo, y el último.
Paradójicamente, ese gol significó un fin de ciclo en el equipo bermellón. No sabemos si de haber ganado esa Copa y por lo tanto haber participado en Europa el destino del equipo hubiera sido distinto; lo que sí sabemos es que la temporada siguiente, la 91-92, fue la del declive. Empezó en verano con la marcha de Miquel Àngel Nadal al Barcelona y terminó con el descenso del club. Pero antes, a mitad de temporada, Ezaki Badou abandonó el club por la puerta de atrás; no se sabe a ciencia cierta qué es lo que ocurrió, aunque Serra Ferrer, su entrenador entonces, lo relata de la siguiente manera:
“Para mí era una pieza fundamental del equipo, pero él se sentía mal cuando pasaba periodos de tiempo relativamente largos fuera de Marruecos. Antes de jugar en Tenerife me pidió permiso para marcharse, le dije que no porque al miércoles siguiente teníamos partido de Copa, y ésta es una competición que yo valoro mucho. Además, nosotros éramos los vigentes subcampeones, y lo que pretendía Zaki me parecía una falta de respeto para sus compañeros. Jugamos el partido, ganamos 0-1 y pese a que le volví a negar el permiso, se marchó por su cuenta. Lógicamente le dije que me parecía que su actitud era poco profesional, y a partir de ahí nuestra relación se enfrió, porque por bien del equipo y del vestuario yo no di mi brazo a torcer”.
Tras el descenso del equipo, Zaki, al igual que muchos otros compañeros, abandonaron la isla. El marroquí regresó a su país, al Rabat, donde sólo jugó una temporada más, puesto que al año siguiente se hizo entrenador de ese mismo equipo. Ahí comenzó una interesante trayectoria en los banquillos, pasando por varios equipos marroquís e incluso en la selección absoluta, entre 2002 y 2005, donde acabó siendo cesado después de no lograr  clasificarse para el Mundial de 2006, pese a haber disputado la final de la Copa de África en 2004.

Muy querido en la isla de Mallorca

Ezaki Badou no consiguió ningún título importante (a las puertas estuvo de la Copa, lo que hubiera sido un colofón perfecto), pero su palmarés individual fue más que excelente. Vencedor en tres ocasiones del trofeo a mejor guardameta de la liga (88/89, 89/90 y 90/91), mejor jugador extranjero de la Liga (86/87), mejor jugador de África (1986) y elegido también mejor portero de África del siglo XX (elección de la CAF). Además, tuvo el honor de ser el primer guardameta que detuvo un penalti nada menos que a Ronald Koeman, todo un especialista.
Pese a que ya hace casi 20 años que se marchó, Zaki continúa siendo una persona muy querida en la isla. No hay aficionado bermellón que no se deshaga en elogios hacia el marroquí, que otorgó por primera vez la sensación de tener una estrella mundial en nuestro equipo, además de una persona muy carismática, capaz de permanecer en el equipo en su descenso a segunda pese a contar con ofertas mucho más interesantes.
Por eso, el amor es recíproco, y siempre que se le ve por Son Moix (o Ono, o Iberostar, da igual), cosa relativamente frecuente, es correspondido con alabanzas y vítores desde las gradas. El marroquí ya ha confesado que su sueño es entrenar algún día al Mallorca. Quién sabe; más cariño que muchos seguro que le pondrá.


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