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Un mes más tarde la policía cita nuevamente a la pequeña con la idea de comparar su versión con los resultados del peritaje; en ese momento, para sorpresa de todos, la muchacha rectifica su declaración inicial y reconoce que ha mantenido contactos sexuales con personas adultas del género opuesto. Ante el giro de la situación, los agentes vuelven a interrogarla:
—¿Recuerda el nombre de alguno de sus amantes? —Le preguntó uno de ellos.
—No —respondió escuetamente la joven.
—¿Y sus direcciones?
—No recuerdo ninguna —alegó.
—¿Cómo es posible eso?
La adolescente afirma entonces que sus encuentros sexuales solían darse en vías públicas; más concretamente “sobre el asiento trasero de algún coche o en la naturaleza”. Viendo que la interrogada estaba dispuesta a no soltar más datos, los agentes decidieron dar por concluido el interrogatorio, no sin antes repetir la primera pregunta, prácticamente para cumplir el trámite. Y ahí llegó la sorpresa:
—¿Recuerda el nombre de uno, solo uno de sus amantes?
—Sí —respondió la muchacha—. Es un jugador marroquí de fútbol llamado Hadda ‘Kamatcho’.
Triste paso por Gijón
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Su etapa sportinguista sigue el patrón de tantas otras. Cuatro años antes, cuando se anunció su contratación, los asiduos a El Molinón parecieron ilusionarse. No era para menos. Hadda ‘Kamatcho’, apodo que heredó de su hermano, un antiguo lateral izquierdo marroquí al que la prensa comparaba con José Antonio Camacho, venía precedido de una notable fama de goleador labrada en varias competiciones africanas y en el Mundial de Francia, donde había anotado dos goles. Su historial hacía presagiar que los 225 millones de pesetas que pagó el club por hacerse con sus servicios podían ser una buena inversión, pero el delantero africano siguió la estela de los Kucharski, Kosolapov y compañía en lo que a rendimiento se refiere y su fichaje terminó convirtiéndose en un rotundo fracaso.
Durante sus tres años en el Sporting, Kamatcho ocupó más páginas en los periódicos por su irregularidad, sus inexplicables viajes a Marruecos y sus cesiones a los más recónditos equipos que por su rendimiento deportivo. Seis goles en 35 partidos fueron su pobre bagaje como jugador rojiblanco. En 2001, el futbolista marroquí puso fin a su etapa en Gijón, hizo la maleta y se plantó en Túnez para fichar por el Club Africain. No sabía la que venía encima.
El desenlace del culebrón
Enero de 2002. Los agentes observan atónitos la declaración de la muchacha antes mencionada, que no se hace mucho de rogar para dar la dirección del apartamento de Kamatcho y detallar su interior. La policía comprobará posteriormente que su descripción que asemeja bastante a la realidad, aunque algunos de los datos que proporciona resultan ser falso. No importa. Otro detalle acababa de convencer a los investigadores. Tras pedirle nuevos datos que apoyen sus alegaciones, la joven afirma que Hadda tiene dos lunares en su cuerpo: uno en el hombro, otro en una zona mucho más íntima. Y eso sí resulta ser cierto.
Semanas después, Hadda es citado por la policía para que dé su versión. El futbolista, que por entonces estaba ofreciendo un excelente rendimiento en su nuevo equipo, niega por completo los hechos: “Desde que estoy en Túnez he conocido a varias mujeres, pero a esta chica nunca la he visto”, declaró. Al poco tiempo, el caso ya está ante los tribunales. Allí, en el curso de la audiencia celebrada en el Juzgado de Primera Instancia de Túnez, Kamatcho afirma ser víctima de una conspiración. Apenas cuatro días después, el tribunal hace pública su sentencia: seis meses de prisión firme; pero para entonces Hadda había abandonado el país. Ante su repentina marcha, la sombra de la culpabilidad comienza a planear sobre el futbolista, pero desde el Club Africain salen rápidamente a defenderle y a explicar lo sucedido: “Su contrato con el club ha finalizado y la decisión de no renovarlo estaba tomada desde antes de que el asunto estallara”, afirmó un miembro de la junta directiva.
Lejos de concluir, el proceso judicial seguía imparable su curso. Mientras su abogado iba recurriendo la sentencia antes las distintas instancias, el jugador iniciaba una nueva etapa en la liga marroquí. El Mas Fes, equipo del norte del país, le acogía con los brazos abiertos a la espera de que solucionara sus problemas con la justicia.
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Una vez resuelto el escabroso asunto, el delantero pudo continuar su carrera deportiva. Tras un año en el Mas Fes, Hadda fichó por el CO Meknès, club de su ciudad natal en el que había dado sus primeros pasos como profesional una década antes y donde en 2004, con 32 años, decidió dar por concluida su carrera. Desde entonces, el ex delantero rojiblanco parece haber encontrado la calma y tranquilidad que había perdido en los últimos años. Asentado por completo en Meknès, donde regenta una conocida pizzería, Kamatcho disfruta del día a día junto a su esposa y su hija y lleva una vida tranquila, lejos de esos sustos tan recientes.
Ya era hora. Felizmente. Como en las mejores películas.
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